Fabrication

Creación

Catherine Opie

The Edison archive records a dynamic history of change. Within this collection we can begin to create a narrative of the photographers documenting the ever-changing landscape of greater Los Angeles and surrounding areas in California. The archive speaks only through images - to converse with it as a photographer, I only could think of myself as the photographer. I have named this character The Company Man. The images chosen are primarily from the work of three photographers -- G. Haven Bishop, Doug White and Joseph Falder -- who diligently made images that informed us of progress. The action of leaving most pictured people nameless is the most interesting part of these images. It is The Company Man’s job to recognize the possibilities of what a photograph can contain and perform; a moment, a portrait, a landscape. My personal connection within the archive is an image of an Australian Shepherd puppy, my favorite type of dog, and also finding images of Edison’s work up and around Kaweah where our vacation house resides. I think that we often search for the personal within a sea of images, and the acknowledgement of how important images are in mapping history.

A Fiction Within An Archive

It was a typical southern California day. He hoisted his camera and checked to see if his negatives were loaded correctly as he headed out to farmlands that slowly were being transformed to homes. As a young photographer he was pleased with his $20.00 a week job documenting the buildings, places, people, and equipment of power being brought to the people. The camera he hauled was the ultimate story teller of modernity. Since the invention of photography, (he was taught by a traveling portrait photographer) he knew that the image was more than just a description of progress for Edison. He wrote long letters home to his parents, telling stories of how he would stand on top of a mountain and look down at the lights of a young city. It glimmered like the stars in the sky, clouds lit by not the moon, but the reflection of light. It troubled him that he was in love with making these perfect pictures in which he would spend hours composing only to have them filed away. From 1906 to 1910 when he stood on this same mountain, the population had grown in Los Angeles from 120,000 to 320,000 people. It felt as though the farmlands, in which he stood ankle deep in mud, were certainly disappearing. He went from hauling his gear on horseback to having a company car, which enabled him to traverse the landscape from desert to ocean. Although he was missing the farm where he grew up, it gave him pleasure to write his parents weekly and send money home. He wanted nothing more than to tell the stories behind the images he made. At times he felt that the narrative of how these inventions changed people’s lives forever would never be known.


Dear Mother and Father,


Today I made this impossible image of a woman plugging in a cord to a light bulb socket. I keep wondering how I can try to take some time off and bring the change of what I have seen to the farm to make your lives easier. Los Angeles is no longer a town, it is a city with cables going from building to building, and electric streetcars filled with people. I have a car now to carry my photography equipment; I think it means that I will have to work even harder. Every day I get assigned to photograph more new buildings and factories containing huge equipment. Edison is able to use water as a source of power. The equipment is so large that in order to show the proper scale, I have to grab the men who work at the plant to stand in the photograph to show how enormous progress really is. It is exciting beyond words, and at times frightening to think how much Los Angeles has changed in the past 10 years I have worked for Edison. You will notice I have included some money in the letter because I got a raise. I hope you can buy something you have always wanted for the farm.


Your loving son


Years went by and he continued to make images. Dirt roads gave way to asphalt, automobiles, and the city just kept growing. Every shop was lit at night welcoming you in for malted shakes and fries. He began to long for what the land once was, the orange groves and farms that had been taken over by shopping malls and houses.

He had a moral dilemma of all the work he had made in the name of progress and the pride he felt in those early days of a city being born. He longed for the simpler photographs that were purely descriptive. He felt his photographs now became propaganda for Edison: the smiling face of progress masking the evolving dangers in the city, things that even streetlights can’t fix: or a fashion show for women of the men who work for Edison like himself. Nostalgia seeped in – a yearning for those younger years of working with the 8 x 10 cameras and the challenge of the places he had been sent to. Now it was just Christmas tree lots with smiling children. The first time he saw the lights, photographing in black and white, looming between two trees with a bright star it all was so promising.

It is the optimism of modernity that had allowed him to be more than just the company man; he was the historian of progress.

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Creación

El archivo Edison es el registro de una historia de cambio dinámica. A partir de esta colección, podemos empezar a recrear la historia de los fotógrafos que retrataban el paisaje siempre cambiante del área metropolitana de Los Ángeles y las zonas limítrofes en California. El archivo nos habla solo a través de imágenes; para poder conversar con este archivo en calidad de fotógrafo, tendría que meterme en la piel del fotógrafo mismo. A este personaje lo he llamado “El hombre de la compañía”. Las imágenes escogidas están principalmente extraídas del trabajo de tres fotógrafos —G. Haven Bishop, Doug White y Joseph Falder— quienes crearon con diligencia imágenes que nos informaban sobre el progreso. Que hayan dejado a la mayoría de las personas fotografiadas en el anonimato es lo más interesante de estas imágenes; corresponde a El hombre de la compañía la tarea de reconocer las posibilidades de lo que una foto puede contener y qué efectos puede tener; un momento, un retrato, un paisaje. Encontré mi conexión personal con el archivo en la imagen de un cachorro de pastor australiano, mi raza favorita, y en las fotos de las labores de Edison en Kaweah y sus alrededores, el lugar donde se encuentra nuestra casa de vacaciones. Creo que solemos buscar algo personal en un mar de imágenes, y es indudable la importancia de las imágenes cuando se trata de delinear la historia.

Una ficción en un archivo

Era un día cualquiera en el sur californiano. Levantó su cámara y comprobó que los negativos estuvieran bien cargados mientras se dirigía a tierras de labranza que, poco a poco, se estaban transformando en hogares. Como joven fotógrafo, estaba satisfecho con su trabajo: veinte dólares semanales por retratar los edificios, los lugares, la gente y el equipo de la energía eléctrica que se le llevaba a la gente. La cámara que cargaba era el mejor narrador de modernidad. Desde la invención de la fotografía (le enseñó un fotógrafo de retratos ambulante), sabía que la imagen era algo más que una descripción del progreso para Edison. Escribía extensas cartas a sus padres en las que les relataba cómo, desde la cima de una montaña, miraba hacia abajo, a las luces de una ciudad joven. La ciudad resplandecía como las estrellas en el cielo; en lugar de la luna, era el reflejo de la luz eléctrica lo que iluminaba a las nubes. Le afligía el amor que sentía por tomar fotos perfectas, a cuya composición le dedicaba horas, para que acabaran archivadas. Lo que observaba desde esta misma montaña entre 1906 y 1910 se convirtió en el mismo lugar donde la población de Los Ángeles pasó de 120,000 personas a 320,000. Sin duda, parecía como si las tierras de labranza, en cuyo lodo se enterrara hasta los tobillos, fueran desapareciendo. Pasó de cargar su equipo a caballo a contar con un auto de la compañía que le permitía atravesar el paisaje, de desierto a océano. A pesar de que extrañaba la granja donde se crió, le resultaba grato escribir a sus padres semanalmente y enviarles dinero. Su mayor deseo era contar las historias de las imágenes que tomaba. A veces pensaba que nunca se daría a conocer la historia de cómo estos inventos cambiaron las vidas de las personas para siempre.


Queridos madre y padre:


Hoy logré tomar esta imagen imposible de una mujer enchufando un cable en el casquillo de una bombilla. No paro de darle vueltas a la idea de cómo podría tomarme unos días libres para llevarles a la granja el cambio de lo que he presenciado para hacerles la vida más fácil. Los Ángeles ha dejado de ser un pueblo para transformarse en una ciudad con cables que van de un edificio a otro y tranvías eléctricos repletos de gente. Ahora tengo un auto para llevar mi equipo fotográfico; creo que lo que significa es que tendré que trabajar aún más duro. Diariamente se me asigna tomar fotos de más edificios nuevos y fábricas con equipos enormes. Edison puede usar el agua como fuente de energía eléctrica. Los equipos son tan grandes que, para poder mostrar bien el tamaño, tengo que usar empleados de las centrales en las fotos y así lograr demostrar cuán enorme realmente es el progreso. No hay palabras para describir la emoción, y, en ocasiones, es aterrorizante pensar en lo mucho que ha cambiado Los Ángeles durante estos diez años que llevo trabajando para Edison. Como verán, también les envío dinero en esta carta porque me dieron un aumento. Espero que les permita comprar algo que siempre hayan querido para la granja.


Con cariño, su hijo.


Pasaban los años, y él seguía tomando fotos. Las carreteras de tierra dieron paso al asfalto y los automóviles, y la ciudad no hacía más que crecer. Durante la noche, todas las tiendas se iluminaban, invitando a tomar batidos y comer papas fritas. Empezó a anhelar lo que había sido la tierra, los naranjales y las granjas ahora reemplazados por centros comerciales y hogares.

Se enfrentaba a un dilema moral en cuanto a todo el trabajo que había hecho en nombre del progreso y el orgullo que sintió durante esos primeros tiempos del nacimiento de una ciudad. Deseaba regresar a aquellas fotos más simples que solo buscaban ser descriptivas. Sentía que sus fotos se habían convertido en propaganda para Edison: la cara sonriente del progreso que enmascaraba los peligros que iban apareciendo en la ciudad, cosas que ni los postes eléctricos podían resolver, o un desfile de modas para las mujeres de aquellos hombres que, al igual que él, trabajaban para Edison. La nostalgia comenzaba a calar hondo —un anhelo por volver a esos años de juventud en los que trabajaba con cámaras 8 X 10 y por el reto que planteaban los lugares a los que lo habían enviado—. Ahora solo se trataba de parcelas de árboles de Navidad con niños sonrientes. Todo parecía tan prometedor cuando, fotografiando en blanco y negro, vio por primera vez la iluminación y vislumbró entre dos árboles una brillante estrella.

El optimismo de la modernidad le había permitido ser más que simplemente el hombre de la compañía; era el historiador del progreso.

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