Scale

Escala

Greg Hise

If you peruse the archive of Edison photographs, prepare to be struck by bigness. Monumental transmission towers in an expanse of open landscape, mighty machines in equally massive structures, men exerting all the physical and mechanical energy they can muster as they transform nature into a utility – the lure of the heroic is strong in singular images and in the aggregate. (The gendered language matches the historical reality; the archive is an unintended record of the design, construction, and maintenance of a system that in practice was overwhelmingly and in some cases exclusively male.) As compelling as the heroic scale these photographs capture are the processes they document. Engineering prowess, the “can do” -- even “must do”-- energy of enterprise was a primary subject Edison sent photographers into the field to record. Constructing roads to access previously inaccessible territory, blasting rock and moving rubble, building sluices and flumes on granite faces, piling rock or pouring concrete to form dams, erecting towers and stringing lines to transmit the power falling water and steam generated, these acts and related labor are the leitmotifs that predominate the first decades of Edison’s documentation.

Often the making of infrastructure is conceived as the laying in of a network or system on to an existing territory; history suggests it is just the opposite. Southern California Edison (SCE) presents a textbook case where distinct ecologies, discrete landscapes, and disparate places became a discernible region or, in SCE terms, a territory. Edison contributed to the making of a metropolitan region in southern California through the entrapment of water in alpine forests; the turning of turbines as that water fell from high peaks to plains; the generation of electricity, a “white gold” transmitted vast distances via lines strung on a track of towers, the power stepped down and split for distribution from substations to eventual users along an interlinking pathway we talk about figuratively as a grid. (It is more apt to describe the system in terms of production centers, trunk lines, substation nodes, and capillaries.) Greater Los Angeles came to function as a metropolitan region during the period 1940-1990 when systems for electricity, as well as for the provision of water, communication, and transportation were first among equals. We would struggle to make sense of urban growth and the emergence of an indigenous architecture in southern California absent that context.

The metropolis Edison power made possible, in conjunction with its initial competitors and from 1917 on the Los Angeles Department of Water and Power (DWP), presents another scale and a principal subject for Edison photographers. Street views in manufacturing and commercial districts throughout the service area document the coexistence of myriad structures designed for varying uses (including the ubiquitous electrical substation), alternate modes of transportation (including electric powered streetcars), dense thickets of people, and an array of urban texts (building signage, billboards, and additional modes of advertisement). Night lighting made buildings luminesce to spectacular effect as recorded with graphic flair by G. Haven Bishop, Doug White, Joseph Fadler, and others.

Within the metropolis residents and visitors experienced a city made up of sub-units defined by land use, income and social status, and race-ethnicity scaled according to dictates of race, gender, life cycle, mobility, tradition, and preference. During the years following World War II a dynamic regional economy attracted migrants who sought the benefits associated with middle-class life as they imagined it in southern California. More leisure time, additional disposable income, a desire to enjoy life after a decade long economic depression and a half-decade of war accelerated participation in commercial recreation and other forms of popular culture recorded in images of bowling lanes, drive-in restaurants, motels, and related building types.

A growing population stimulated the market for housing and consumer durables. Edison salespeople used photographs of up-to-date electric appliances to entice customers to acquire. It is at the domestic scale, in scenes of all-electric kitchens, in an apartment lobby, in neighborhood shops that women and children appear in the photographic record as consumers of goods made possible by the electric power Edison advertised as mercurial, clean, inexpensive, and virtually limitless. Women appear as well in occupations that have been equated with domestic or service labor. We find women at work in food services (cafes, diners, restaurants), sales, and supporting white-collar men. In each case the photographers’ intent was to illustrate how electricity amplified their efforts, to document “white gold” turning the wheels of commerce more effortlessly and more efficiently than had been possible in the past.

Edison employed photographers to create a testament to vision, audacity, and innovation. Through a program of “growth-for-growth’s-sake,” a service provider drew together residents and visitors, businesses and institutions stretching from the Pacific Ocean to Palm Springs and Ventura-Santa Barbara to Tijuana, and helped remake that territory into a metropolitan region.

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Escala

Si decide consultar el archivo de fotos de Edison, prepárese para que le dejen atónito los grandes tamaños. Torres eléctricas monumentales en una extensión de paisaje inabarcable, máquinas enormes en estructuras igualmente gigantescas, hombres ejerciendo toda la energía física y mecánica de la que disponen mientras transforman la naturaleza en materia prima —el atractivo de lo heroico es poderoso en las imágenes tanto por separado como en su conjunto—. (El lenguaje del género coincide con la realidad histórica; el archivo es un registro accidental del diseño, la construcción y el mantenimiento de un sistema que, en la práctica, era avasalladoramente, y, en ocasiones, exclusivamente, masculino). Los procesos que se retratan en estas fotos atrapan nuestra atención tanto como la escala heroica que evidencian. El gran dominio de la ingeniería, la energía del "se puede hacer" —incluso del "hay que hacerlo"— de la iniciativa fue un tema principal que Edison quería que sus fotógrafos retrataran. La construcción de carreteras que daban acceso a lugares antes inaccesibles; la destrucción de rocas y el movimiento de escombros; la construcción de diques y canales en fachadas de granito; el amontonamiento de rocas y el torrente de concreto para construir represas; la edificación de torres y cableado suspendido para transportar la electricidad generada por las corrientes de agua y el vapor, y las tareas relacionadas, fueron los temas recurrentes predominantes en las primeras décadas de la colección Edison.

A pesar de que a menudo se concibe la infraestructura como el asentamiento de una red o un sistema en un territorio ya existente, la historia sugiere que se trata precisamente de lo contrario. Southern California Edison (SCE) presenta un caso clásico en el que entornos ecológicos claramente distintos, paisajes variados y lugares dispares se convirtieron en una región característica, o, como se diría en SCE, un territorio. Edison contribuyó a la creación de una región metropolitana en el sur de California mediante la represa de agua en bosques alpinos; las revoluciones de las turbinas a medida que esa misma agua caía de las altas cumbres a los llanos; la generación de electricidad, un oro blanco transmitido a través de grandes distancias por medio de cables suspendidos en una sucesión de torres, cuya corriente descendía gradualmente y se dividía para distribuirse de las subestaciones a sus usuarios finales por una ruta entrelazada a la que nos referimos, en sentido figurado, como una red. (Aunque sería más apropiado describir el sistema en términos de centros de producción, líneas troncales, nodos de subestaciones y capilares). El área metropolitana de Los Ángeles pasó a fungir como una zona urbana en el periodo entre 1940 y 1990, cuando los sistemas de electricidad, al igual que los de suministro de agua, de comunicación y de transporte, eran primus inter pares. Sin ese contexto, se nos dificultaría darle sentido al crecimiento urbano y a la aparición de una arquitectura autóctona en el sur de California.

La metrópolis que la electricidad de Edison hizo posible —en conjunto con sus competidores iniciales y, a partir de 1917, parte del Departamento de Agua y Electricidad (DWP, por sus siglas en inglés)— presenta otra escala y un tema principal para los fotógrafos de Edison. Los paisajes de las calles en distritos de producción y comerciales a lo largo del área de cobertura retratan la coexistencia de una miríada de estructuras diseñadas para usos múltiples (incluyendo la ubicua subestación eléctrica), medios de transporte alternativos (incluyendo los tranvías eléctricos), densas muchedumbres y un sinnúmero de textos urbanos (carteles de edificios, letreros y otros tipos de anuncios). La iluminación nocturna permitía que los edificios produjeran una luminosidad espectacular, tal y como lo registraron, con un gusto exquisito, G. Haven Bishop, Doug White y Joseph Fadler, entre otros.

Tanto los residentes como los visitantes de la metrópolis experimentaban una ciudad compuesta de subunidades definidas por el uso del suelo, ingreso y estatus social, y la etnicidad racial a una escala dictada por la raza, el género, el ciclo de vida, la movilidad, la tradición y la preferencia. Durante los años que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, la dinámica economía regional atrajo a inmigrantes en busca de los beneficios que asociaban a la vida de la clase media tal como se la imaginaban en el sur de California. Más tiempo de esparcimiento, mayor ingreso neto disponible y el deseo de disfrutar la vida después de la década de depresión económica y la media década de guerra aceleraron la participación en entretenimientos comerciales y otros tipos de cultura popular representada en las imágenes de pistas de bolos, locales de comida con servicio al auto, moteles y otros edificios similares.

La población en aumento estimuló el mercado inmobiliario y de bienes de consumo duraderos. Los representantes de venta de Edison usaban fotos de los enseres eléctricos de último modelo a fin de persuadir a los consumidores de que los adquirieran. Es en la escala doméstica —entornos de cocinas completamente eléctricas, vestíbulos de apartamentos, tiendas de vecindario— en la que mujeres y niños aparecen en el archivo fotográfico como consumidores de productos que existían gracias a la energía eléctrica que Edison describía como volátil, limpia, barata y prácticamente ilimitada. Las mujeres también aparecían en trabajos equiparables a tareas domésticas o auxiliares. Vemos a las mujeres trabajando en la industria del servicio de alimentos (cafeterías y restaurantes, por ejemplo), en ventas y asistiendo a ejecutivos. En cada uno de estos casos, la intención de los fotógrafos era ilustrar cómo la electricidad amplificaba el resultado de su esfuerzo, evidenciar que este oro blanco hacía girar las ruedas del comercio con más facilidad y eficiencia que nunca antes.

Edison contrataba fotógrafos para crear un testimonio de visión de futuro, audacia e innovación. A través de un programa de "crecer por crecer", un solo proveedor de servicios logró unir a residentes y visitantes, negocios e instituciones, desde el Pacífico hasta Palm Springs y desde Ventura y Santa Bárbara hasta Tijuana, y ayudó a transformar ese territorio en una región metropolitana.

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